Reinos - Romina Reyes
Yo le besaba la frente y le acariciaba el pelo. No hablamos mucho, hace tiempo no la tocaba y fue agradable volver a sentirla y agarrarle esa grasa que le cuelga del brazo.
A veces me miraba, y yo lo miraba a él. Y ambos hacíamos como que no nos veíamos, como si no supiéramos que estábamos.
A veces tenemos sexo y nos miramos a los ojos como si quisiéramos ver quién aguanta más tiempo antes de pestañear. Víctor me pregunta si lo quiero y le digo que sí, que lo quiero. Y me pregunta si me fui, y le digo que sí, que ya no estoy ahí.
Nos juntábamos a las ocho de la mañana, nos cambiábamos de ropa en el Metro y juntábamos plata para ir a un motel. En esos días, culiábamos como si nos fuéramos a morir. Era como si no nos interesara hacer otra cosa, y quizás era verdad.
Nunca dejé de pensar en él. A veces creía verlo entre la gente. En mis sueños, su cara aparecía detrás de una manzana. La vida seguía pero él permanecía ahí, detenido.
Pero la verdad es que nadie tiene sólo tiempo para esperar; también hay que estudiar, trabajar, comer y bueno, pensar en otras cosas. A veces me parece respetable conformarse. Debe ser desgastante vivir pensando que hay que esperar algo, como si la vida estuviera en otra parte.
Pienso que es eso, que todos tienen, todas tenemos distintas formas de querer. Pienso que el cariño es una elección, como la política, los amigos o el equipo de fútbol. En fin.
Comentarios
Publicar un comentario